En Cuba no hay tv por cable o vía satélite. La mayoría de la gente tiene televisiones con aquellas viejas antenas de conejo, o con esas otras antenas —no menos antiguas— que son como pararrayos. En los aparatos televisivos hay seis canales, pero muchos programas de la tv oficial no han sido del gusto de la población urbana, sobre todo entre jóvenes y amas de casa.
Para acceder a contenidos actuales, para estar conectados con el mundo, los cubanos descubrieron que un objeto minúsculo –y prohibido– les podía revolucionar sus pantallas de tv y buena parte de sus vidas. Se trata de El Paquete (así le llaman coloquialmente), que no es otra cosa que un pequeño dispositivo USB… repleto de programas televisivos de todo el mundo, pero sobre todo de Estados Unidos. Ese dispositivo se enchufa a un DVD conectado a un televisor y listo: los cubanos pueden mirar noticieros, comedias, series, películas, programas de chismes, deportes, videos musicales. Todo lo que quieran y puedan pagar, por ejemplo, de cadenas como Telemundo, Univisión y Televisa.
La información se actualiza cada semana en los despachos de los vendedores que residen por toda la ciudad. Llenar de información el USB cuesta entre 10 y 50 pesos cubanos, dependiendo de la cantidad de información que se solicite: puede tener hasta mil gigas. Es un asunto que no está regulado, que en el papel está prohibido, y contra el cual las juventudes comunistas arremeten en la televisión oficial (en un programa del Canal 6 transmitido hace un par de días sucedió así), pero que se tolera. Y es que el veredicto en las calles (de la gente que platicó con el diario Milenio hasta hoy, durante seis días) es casi unánime: la gente prefiere gastar su poco dinero y tener El Paquete, aunque les cause una sangría económica.
Milenio entró a hogares de cubanos para ver cómo operan su Paquete y fue al lugar donde un joven quema y distribuye los dispositivos luego de que la información que contienen es grabada por alguien a través de antenas parabólicas (fuera de La Habana), o recibida desde Estados Unidos vía servidores de internet.
Norma es una señora de 56 años que vive en un barrio popular de La Habana. Nos permite entrar a su hogar. Lo que ella nos platica es más o menos lo mismo que nos ha contado durante casi una semana cada cubano con el cual hemos charlado. Se sienta en un sillón frente al televisor, lo prende, explica la oferta de la televisión cubana, mientras va cambiando uno a uno los canales. Luego inserta su USB en el DVD y diserta:
—A mí me gusta más El Paquete.
Me cuesta 10 pesos cubanos instalarlo y vemos todo lo que queramos ver. Aquí vemos “Caso cerrado”, es un programa de Telemundo. Son cosas de la vida real, que las escenifican. Aquí tenemos Televisa, Laura Bozzo. A mí me gusta, porque ella resuelve las cosas de personas con problemas. Todas las semanas actualizo los programas por 10 pesos. Aquí tenemos a “Paparazis”, que es donde dan los chismes de la farándula. Yo lo pago porque me gusta. Me paso casi 12 horas viendo cada día. Esto es “Veredicto final”. Son conflictos de pareja, conflictos de familia. Todos son conflictos.
El Paquete me hace feliz. Solo la novela de las nueve veo en la televisión cubana.
—¿Le cambió la vida?– Sí, a mí sí… —asiente convencida, sonriendo.
Juan Carlos es el que compra la información del Paquete a quienes la bajan. Y él distribuye. Nos recibe en su casa, de otro barrio popular. Está sentado frente a una gran mesa encima de la cual una enorme pantalla de televisión de alta definición ha sido adaptada para funcionar como el screen de su potente computadora que tiene una instalación para quemar seis USB simultáneamente.
– La autoridad de este país seguro que sabe cómo llega El Paquete a la gente, quién lo da, y hasta ahora no ha hecho nada. Yo me imagino que le conviene más tener al pueblo a su televisor.
Fuente: Milenio